Finally.

23 Jan

Todos somos guerreros.

Todos somos guerreros, lo queramos o no.

Todos tenemos cosas que arrastramos y convertimos en armas para defendernos, aunque a veces, lo único que hacemos es hacernos daño a nosotros mismos.

Y el guerrero que no arrastra nada lucha inconscientemente por arrastrar cualquier cosa.

Pero todos luchamos por algo.

No hablo de ideales. Los grandes ideales son una estrategia de los dioses para crear su ejército propio. Los guerreros se dejan deslumbrar por la luz que arrojan esos dioses y se pierden. Algunos se pierden.

Hablo de esas cosas pequeñas que tenemos dentro, de esas flechas que quieren salir y que nos impulsan a salir hacia delante para que demos en el centro de la diana con ellas.

Hablo de esas cosas pequeñas que los guerreros que triunfaron una vez, olvidaron.

La fuerza del guerrero está en su interior. Por pequeño que sea, puede derribar paredes, mientras que el grande apenas puede gritar para intentar tirarlas.

Siempre está el típico guerrero que lleva su escudo de protección y corre, rompiendo todo lo que se encuentra en su camino, sin pensar, sin ver donde está, impidiendo que otros guerreros puedan ayudarle. Huelga decir que es el estúpido del grupo, porque cuando decida quitarse el escudo de delante de la cara, no sabrá dónde está. Algunos tienen suerte, llegan al lugar donde hay luz y encuentran el camino. Otros no. Otros se encuentran con que están a oscuras y no saben para dónde ir. Se tropiezan, se caen, se quedan inconscientes, sangran y lloran. Se rompen.

Pero son guerreros. Y aprenden la lección.

Se levantan y siguen. Llevan la cabeza en su sitio justo: no la pueden llevar arriba por haber subido, porque algo han hecho para llegar abajo; pero no la pueden llevar abajo porque han subido por si solos. Y no todos lo consiguen.

Los guerreros también necesitamos retirarnos de vez en cuando. No podemos luchar toda nuestra vida de manera contínua. Se nos rompen las flechas. Se nos gastan las energías. Y entonces, descansamos. En ese periodo, parece que estamos muertos.

Pero nada más lejos de la realidad.

El guerrero nunca muere. Cambia sus armas. Observa. Piensa. Comprende. Toma consciencia.

Pero nunca baja la guardia.

Nunca muere.

La naturaleza no le deja morir ante el bombardeo de lo antinatural.

Él tampoco se deja morir, porque inconscientemente lucha por salir de ese estado de descanso.

Y si el guerrero lucha, está vivo.

Los guerreros somos guerreros cuando comprendemos que nuestro camino es una paradoja que es muy dificil de resolver aunque parezca muy fácil de caminar.

Simplemente lo asumimos.

Nos levantamos.

Cogemos nuestras armas.

Y volvemos a caminar.

Y así hasta que llegemos al final.

Todos somos guerreros.

Todos somos personas.

 

 

Las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas.

 

 

 

 

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